12 de abril de 2011

Amaneceres rotos.

Un día, tan común como hoy y solo distinto de ayer por el color de su cielo. Él, cuyo nombre no sabemos, puesto que no importa para el relato de hechos simples, tales como son los sentimientos más profundos de su ser, pues ¿Quién es el espectador de una obra? ¿Aquel que construye un mundo de ficción a través de un personaje contenido en un relato? ó ¿Aquel del que todo sabemos sin conocerle, usurpadas sus experiencias son, por otros que dicen vivirlas? Al final el espectador y el protagonista coinciden en aquella rutina, esa a la que llaman vivir. Él, que solo conocemos entre versos:

Él, que en un día común, en un ayer similar, se pregunta; ¿Para qué los puntos y aparte? ¿Para qué el silencio? Después de todo, la poesía es solo una fábrica de ilusiones que pinta de fantasía un mundo a blanco y negro, pero cuando cae el telón, la magia muere con el fin de la función, quedan tan solo, los amaneceres rotos.

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